jueves, 14 de julio de 2011


Utilicé sólo dos de mis dedos, el mayor y el índice. Los hice caminar por su espalda desnuda... como si su columna fuera una escalera de un viaje sólo de ida.
Las sábanas tapaban la parte inferior de su cuerpo y tenía sus brazos rodeando la almohada, como si fuera un salvavidas. Lo sentía muy cerca pero al mismo tiempo más inalcanzable que nunca... no podía tocarlo más, no quería tocarlo más. Era él, su esencia en el estado más vulnerable, más puro... era un alma medio desnuda e indefensa, protegida sólo por los dos dedos que recorrían su espalda. 
Se veía encantador esa mañana. La luz del sol que entraba a través de la persiana hacía un juego de sombras sobre su cara y torso, las sombras se confundían con sus lunares y los pliegues de su piel. Incluso la sombra arrojada por sus pestañas se mezclaban en una composición casi perfecta de color, texturas y... silencio.
Peldaño por peldaño seguí subiendo por su espalda pero no prestaba mucha atención al ritmo con el que lo hacía. 
Su respiración. De a ratitos sonaba fuerte y a veces, apenas podía escucharla... entonces con mi otra mano recogía mi pelo y acercaba mi oreja a su boca para sentirlo un poco más. No quería tocarlo demasiado, no quería despertarlo, no quería alterar su estado, así se sentía perfecto.
Con mi brazo libre abracé mis rodillas y seguí con mi camino sobre su columna. Se veía tan frágil... de vez en cuando contraía sus ojos y lanzaba algún suspiro y automáticamente levantaba mis dedos para no interrumpir su sueño, pero cada vez se agarraba más fuerte a su salvavidas y la habitación quedaba en silencio nuevamente. 
Estaba a mi lado como una pluma flotando sobre el agua, se veía suave, calmo, pacífico... y por dentro sólo pensaba "No depiertes todavía que el mundo acá afuera sigue siendo el mismo".
Al llegar a la base de su cuello, mis dedos lo nombraron y coronaron rey de los amaneceres de invierno y sin querer, sonreí y me reí internamente pensando en lo tonta y, a su vez, asombrosa que sonaba mi idea.
Mi mano fue su corona durante los últimos minutos de su sueño, me paseé por toda su cabeza dibujando círculos y él respiraba cada vez más fuerte. 
El mundo en ese momento estaba dividido en el caos exterior y su tranquilidad interior, yo era el puente entre esas dos partes. Empecé a odiar mi realidad cuando él comenzó a contraer sus ojos más seguido que antes a causa de las bocinas y los gritos que provenían desde afuera de su mundo. 
Comencé el viaje de vuelta, bajando vértebra por vértebra, siguiendo el movimiento de mis dedos e intentando memorizar su piel para no extrañarla luego. Se sentía igual de perfecta que en el viaje de ida. Al llegar a su cintura me choqué con las sábanas... mis dos dedos sobre su piel se veían adorables... y apoyé mi mano entera sobre su espalda. Suspiré...  y me lamenté que el viaje haya sido tan corto.
Recorrí con la mirada su espalda por última vez y llegué a su cara. 
Me estaba mirando... y sonreía.
Quise decirle "Bienvenido otra vez", pero callé. Sólo lo miré pensando en que él fue el rey de esa mañana.
Había vuelto al mundo, al ruido, al caos, ya no podía protegerlo con mis dedos... pero qué importaba.
Él sonreía.



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