sábado, 29 de septiembre de 2012

Veintinueve de Primavera del dos mil 12 .

Y cómo hacemos para mirarnos las caras una vez más después de todo lo dicho, después de todo el daño que desconocíamos que podíamos causar? Luego de qué línea el amor se convierte en odio y las palabras en cuchillos? Y nos necesitábamos para vivir, pero vivir para dañarnos era ya demasiado irónico. Como esas personas que con filos desatan su angustia contra sus muñecas, dejando la sangre correr mientras la miran con placer, sintiéndose más liberados.
Éramos uno solo, clavarte un cuchillo se sentía exactamente como estar clavándomelo yo misma, te hacía daño para tenerte más cerca y vos me hacías daño para que reaccione más rápido, palabras iban y venían desgarrando toda la carne a su paso, asesinándonos de a poco, pero no hacíamos nada por detenernos.
Nos mirábamos desafiantes a los ojos y con una sonrisa macabra, algo extraño, seguía habiendo amor en ese contacto visual, amor e inentendimiento, no entendíamos lo que hacíamos, pero aún así no nos detuvimos.
Probamos el sabor de lo que sabíamos que estaba mal, nos declaramos la guerra para jugar a quién podía sufrir más, a quién se rendía primero. Y mi sonrisa macabra se borró de mis labios y dejé mis palabras, solté mis cuchillos... de golpe el viento limpió mi cara y peinó mi pelo y te vi tan lejos, de repente te vi tan frágil... te vi como era al principio de todo, eras vos con el corazón roto jugando a ser fuerte para que nadie lo note, vi en tus ojos la primer sonrisa y cerré los ojos, los trenes se escuchaban a lo lejos, en algún lugar de la habitación escuché tu risa y quizás sentí por un momento el recuerdo de tu mano sosteniendo la mía, sentí cómo mis pies solían calentarse en tus piernas y mi pelo se enredaba en tus dedos cuando nos acostábamos luego de hacer el amor. Mi alma sintió paz absoluta y te tomé entre mis brazos de la misma forma en la que se recoge la última hoja de otoño del suelo, tenías una belleza triste, frágil, apagada. Ya no veía tu sonrisa como al principio de todo... sólo veía tu corteza, veía frente a mis ojos cómo te ibas alejando de mí, cómo te ibas tapando de sentimientos extraños que sólo me hacían perderte de vista.
Y mis lágrimas caían y mis brazos temblaban al mirarte sin encontrarte. Te busqué entre mis brazos y dentro de tus ojos, quise volver a encontrar esa primer sonrisa que me hizo caer desde el último vagón a tus pies. Pero cada vez te alejabas más y ya no te pude alcanzar. Apreté tu cuerpo contra el mío por última vez, cerrando los ojos y exprimiendo las últimas lágrimas, recorrí tu cara con mi dedo, el mapa de tu naríz y tus cejas, tu sonrisa... respiré hondo y te solté.
Sentí cómo se desvanecía todo a mi alrededor mientras caías, te miraba y todo iba perdiendo sentido de a poco, eternamente en esos segundos antes de acabar con todo.
Dejé que vueles y sientas la libertad.dejé que seas vos mismo... y desapareciste con el último viento de Septiembre.
Me senté en el medio de la nada por si regresabas, pero mi vida ya me había dejado al soltarte. Tu libertad costaba mi vida y tu alma libre fue mi recompensa.
Éramos uno solo y nos necesitábamos para vivir. 
Esa fue la historia.