lunes, 25 de noviembre de 2013

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Siempre voy a creer que la demostración más grande de amor de una persona hacia otra, una vez ya agotados todos los recursos para sonreír a su lado y no se es correspondido, bajo todos los conceptos en los que el amor se puede expresar, es ya no hacer nada, y dejarla ir.
Y hallar siempre el consuelo en que se es valiente y se es fuerte, que se tiene el corazón grande y que todo pasa por algo, que la efimeridad se encuentra en cada cosa, que nada permanece sino el cambio constante. 
Y me sorprendo de mí misma al decir estas palabras, mi propia Mujer Maravilla, la chica de las mil oportunidades, la que no baja los brazos. Puedo sostener mi mano con mi otra mano, puedo abrazar mi cuerpo con mis propios brazos, puedo socorrer al corazón con la cabeza y a la cabeza con un poco de música. 
Pero cómo se logra mantener el alma en pie? Si necesito mis dos piernas para apoyarme, entera, completa. Puedo unir la fuerza de ambas para caminar hacia adelante, pero vuelvo a ser impar. 
Prefiero sentarme y esperar. Mirar al cielo y respirar hondo.
Sonreír. Descansar.
Ser felíz porque sí, porque en la simpleza más grande, tengo la capacidad de encontrar la belleza.
Tranquila, relajate. Todo llega.