martes, 12 de julio de 2011

Tengo las uñas celestes/grises/verdes perladas. Me encanta. Cualquiera pensaría que me queda choraso, pero a mí me gusta. Miro mis uñas y sonrío.
Estoy lejos de mi casa pero me siento tan bien en mi hogar. Me siento libre, respiro plenitud. Creo que se llama felicidad, últimamente me cuesta darme cuenta de cómo me siento, pero se siente bien.
Mientras escucho Bob Dylan en la radio y pienso en una sonrisa (su sonrisa), todo de golpe parece ir mejor... recuerdo una y otra vez que hoy es el segundo aniversario de sus últimas palabras hacia mí (vos vas a ser hermosa, amada y mía siempre). Lo recuerdo y siento nostalgia, siento un vacío casi imposible de llenar, pero ya no se siente tan mal... se siente extraño, se siente lejano, pero no se siente triste. No se siente como hace 364 días atrás, no tengo lágrimas hoy, no tengo motivos para dejar que salgan.
Quizás estoy entendiendo a la física. Nada se pierde, todo se transforma. Hoy no siento que no está. Él sigue estando, él lo dijo: Mía siempre. Y siempre significa eso, no tiene fin.
A todo esto sigo pensando que mis uñas se ven hermosas.
Ahora la radio dice algo de la canción Hurricaine, pero en el fondo sigo pensando que lo extraño. No sé si quiero acostumbrarme a que no esté. No estar (para siempre) suena doloroso, suena a un amor como el de Romeo y Julieta, un amor que está pero que es imposible.
Ya estoy mezclando todo. Retiro lo dicho. De todos modos una canción dice que lo imposible siempre tarda un poco más. Whatever. Él está.



No hay comentarios:

Publicar un comentario