domingo, 30 de junio de 2013

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No sé por qué, pero acá estoy nuevamente al frente de una puerta abierta, de su puerta y de sus ojos, mostrándole todo lo que soy, enseñándole mis cicatrices que cerraron junto con otras puertas, pero que a veces aún duelen al verlas, explicándole mis miedos y mis ganas de volver a ser yo misma, y él sólo calla.
Ahí está él extendiendo su mano, abrazando la mía y de repente, silencio. Un silencio en el que sobran palabras, en el que su mirada habla por él y su sonrisa pasa a ser mi imagen favorita del momento. 
Su sonrisa (qué hermoso el silencio y poder ver su sonrisa).
Y no comprendo cómo ni por qué, ni desde cuándo, pero quiero sostener su mano también, quiero recordar qué se siente una caricia, entregar el corazón en un beso, sentir paz en un abrazo. Y él sólo sonríe.
Lentamente se acerca a mí, y aprieta mi cuerpo contra su pecho y siento ganas de quedarme ahí por siempre, enredada entre sus brazos, sin miedo ya, dejándolo pasar, ganas de permanecer en ese momento y que no se convierta en recuerdo, ganas de que permanezca estático, inmóvil en el tiempo. 
Y ahí estaba con la luz dándole a la cara, sonriendo desde el otro lado (gracias luz por dejarme verlo así), y su sonrisa llenó todo. Como dijo Cortázar, duraba más que la noche.

Desde el otro lado de nuestro lugar, él me mira.  Y desde este lugar me encuentro sonriendo por su mirada y por cómo todo está cargado de eso que no sé explicar, pero que se siente tan bien, tan adecuado, tan justo. Y de vez en cuando, me habla, luchando contra mis miedos con cada palabra (y venciéndolos), juntando sus manos y pausado, mirando hacia el suelo... y me pierdo en él, y en sus palabras, y en sus silencios, en sus movimientos deseando que nunca se vaya, que se quede ahí, así.
El frío lo llena todo y encuentro a mi abrigo en su cuerpo. Me acuesto a su lado y de repente me parece maravillosa la forma en la que su cuerpo encaja con el mío, nada me falta y nada me sobra... recorro su cara con mis dedos y nada me parece más hermoso... y decido dejar mi miedo de lado, dejar de pensar, dejarme sentirlo, dejar que me sienta y sin querer a veces me encuentro espiando por sobre el almohadón... veo que él sigue ahí mientras en mi cabeza resuena su voz diciendo "yo estoy acá". 
Tranquilidad. Él sonríe, no necesito nada más.
Me abraza por la cintura buscando mi mano, yo queriendo que la encuentre, y en mi oído empieza a sonar la música más linda que escuché en mucho tiempo, su voz... y quisiera que nada acabe.
Su cabeza en mi pecho, sus manos en mi pelo, mis dedos en su espalda, recorriéndola mientras sus ojos se cerraban, el silencio. Escuchar su respiración entre tantos ruidos de allá afuera. 
Me encuentro otra vez agradeciéndole a la luz por dejarme verlo así. Tan tranquilo, tan sencillo. Tan hermoso.
...y quisiera que nada acabe.