jueves, 11 de agosto de 2011

Tengo el cerebro a 40°. Sí... hoy es un día de fiebre y de dolores por todo el cuerpo. Día de querer fumar y no poder por el ardor en la garganta y los nudos que generan las situaciones. Día de acidez en el estómago y ganas de tomar café, pero el orgullo no quiere que tome café con canela pero tampoco quiere tomar un antiácido.
Y me arden los ojos horriblemente, la fiebre hace que las lágrimas salgan más fácilmente a veces, es como que se ponen hipersensibles a mirar todo y laten fuerte cuando miran cosas demasiado claras... pero también se ponen hipersensibles al mirar y no ver nada, por mirar y que haya sólo oscuridad. Que no haya nada. Y ahí es también cuando salen las lágrimas sin querer. Supongo que son cosas de la vida que nunca nadie va a entender por qué pasan, por qué son así, por qué existen de esa forma, como las canciones de Ricardo Arjona.
Y cada día crezco más y menos entiendo al mundo, más diferente me siento, menos cerca de las personas estoy. ¿Está bien o mal? No sé si tengo ganas de entender al mundo, a veces me encanta ser diferente y cuando más lejos estoy de las personas es cuando más logro entenderme, como ahora.
Creo que después de todo yo también soy un poco contradictoria. Ya no puedo juzgar a nadie.
Creo que soy lo que soy, poco o mucho... ya no quiero jugar a ser todo, un poco o nada. Ya no me interesa tanto y eso es lo que más me preocupa. ¿Por qué estoy cambiando? Quiero dejar de cuidar un poco al mundo para comenzar a cuidarme un poco a mí... tenía razón :"¿Quién se encarga de Guadalupe?" Mi respuesta ahora sería "Alguien, algo, lo primero que se ofrezca porque yo ya no sé cómo hacerlo".
No puedo de dejar de pensar en querer fumar un poco. Necesito esa nicotina facilitadora de la descongestión mental.
Levanto la barrera de la defensa y sonrío, y dejo que la vida pase... por encima o por debajo mío, no me importa la verdad, pero que pase... no todo es tan malo como parece, todo es demasiado hermoso como para dejarlo ir tan fácil. Todo tiene su nivel de perfección tan increíble como para dejarlos pasar así nomás.
Y ya no me importa, querida vida, haceme lo que quieras que yo soy más fuerte, soy fuerte, valiente y hermosa, Fede me lo dijo. Y yo confío en eso, confío en las palabras ajenas que me arman para la batalla diaria.
Puedo dibujar sonrisas con mucha facilidad, escribo historias hermosas sin la necesidad de pensar.
¿Y vos pensás que me vas a tirar? No, te equivocaste. 
Acá hay un pato que se reveló y al que no vas a vencer.




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