miércoles, 17 de agosto de 2011


Si revuelvo el pasado puedo encontrar millones de historias, de amores posibles e imposibles -de personas posibles e imposibles-. De viajes interminables y momentos fugaces, de besos soñados y besos regalados.
Puedo encontrar personas que me llenaron sólo con una sonrisa que nunca más volví a ver y personas a las que veo todos los días y no me causan más que la sensación de vacío. He visto corazones rotos, lágrimas de felicidad, niños sonriendo, corriendo, vi la noche cambiarse a día y el día cambiarse a noche sin apoyar la cabeza en mi almohada. Vi cómo el alma abandona a un cuerpo dejando sólo su cáscara, vi personas llorar por cáscaras y llorar por ver capullos recién nacidos. Siempre lloran.
Historias de las veces que me senté en el colectivo con música en los oídos para ver cómo el resto de los pasajeros dejaban tan notoria la preocupación del día-a-día en su rostro... historias de sentarme y no querer bajarme, llegar hasta el final del recorrido para ver qué hay, de ver que mi parada se aproxima y que mi corazón me dice "quedate sentada, sigamos de viaje, tenemos cospeles para volver" pero que mi cabeza diga "tenés responsabilidades, bajate, cumplí".
Vi a mis amigas bailar con sonrisas en sus caras y sentí las ganas extrañas de llorar por sentirme tan afortunada de que tales desastres de la vida sean cómplices de la mía. Siempre lloro.
Ya tomé 8 tazas de café en un día sólo para darme cuenta de que para no dormirme sólo necesitaba dedicarle un poco más de entusiasmo y amor al camino donde transito, que lo que a veces faltan son las ganas, que no siempre quiero triunfar.
He cambiado de cama varias veces y descubrí que la mejor no fue la más divertida y ruidosa, sino esa donde cabían dos corazones al mismo tiempo y mi cabeza en su pecho, no fueron dos plazas en otoño, sino una plaza en este invierno.
Hemos visto tantas cosas y aún así tenemos miedo, miedo de ser demasiado felices o de estar demasiado tristes, de no saber si alcanza el tiempo si es que hay tiempo, miedo de contemplar paisajes agarrando una mano y miedo de hacerlo solitarios.
He visto cómo con el pasar de los años en mi jardín ya no me visitan las luciérnagas, ya casi no florecen los jazmines pero su olor en mi recuerdo me me hace sonreír sin querer.
Nos he visto crecer, sufrir, sonreír, correr, caer, nos veo todos los días y aún así tenemos miedo.
(Don't forget to love yourself).

No hay comentarios:

Publicar un comentario