domingo, 17 de enero de 2010

Demasiada calma para esta guerra


Villa Rivera Indarte - 2O:15 hs.

En este momento creo lo mismo que El Principito: Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol.
Desde acá sentada, escucho las risas de un niño del otro lado de la medianera, creo que los pájaros que cantan están igual o más felices que aquel niño y una fría brisa me eriza los vellos del brazo a pesar de mi insolación. En el horizonte diviso un matiz naranja que de a poco se funde con un celeste pálido y el celeste en algunos minutos se va a transformar en azul. Todo parece perfecto, ¿no?. Pero yo estoy pensando en vos.
Ya no escucho las risas del niño, sólo se oye el canto de las chicharras y veo pasar pequeñas bandadas de pájaros. El agua de la pileta ya está quieta. El aire está demasiado cargado de paz y de calma.
Me acabo de dar cuenta de que me gusta mucho sentarme a mirar cómo se mueven, a lo lejos, las copas de los árboles... con el viento lento se mueven de forma suave. Cada pequeña cosa por insignificante que sea tiene su gran belleza...
Me aconsejaron que me olvide de vos, pero como podrás ver, evidentemente no puedo.
Ya apareció la primera estrella y cada vez siento más frío aunque me arda todo el cuerpo. Si miro para el horizonte, todo parece un cuadro hermoso y perfecto. Te siento tan lejos como esa estrella, siento demasiado orgullo como para hablarte de mis sentimientos, pero a la vez siento mucha impotencia.
Ya casi no veo, el celeste es casi azul en el cielo. Creo que me duele el corazón, pero decía la verdad aquel Principito: "Un día ví ponerse el sol cuarenta y tres veces. Y poco después agregaste: Sabes...? Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol".

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