miércoles, 24 de junio de 2009

Sueño de Ilusiones - Maltrato


Tuve un sueño de ilusiones multicolor,
hasta que apareció tu rostro en mi corazón,
o será el destino que nos obligó a hacer esto.
O será que es tan diferente tu realidad a la mía,
que no dejabas de mirar tu celular que te invadía
con psicología barata... me obligó a decirte adiós.
Y la realidad de este corazón... que se moría
cuando me decías que de un fuego cenizas quedan.
Y la realidad de mi corazón... que se moría
cuando me decías que de un fuego cenizas quedan.
Y la realidad de tu corazón... que se moría
cuando me decías que de un fuego cenizas quedan.

Otoño I



Desde la vereda del frente veía tu vida pasar, así, día tras día...veía tus alegrías y tus tristezas, tus triunfos y tus derrotas... pero siempre desde el otro lado de la calle.
Hoy me dí cuenta que me cansé de luchar por vos... Norte, sur, este, oeste... resultó que ninguno me llevaba hasta tu corazón y mi brújula interior ya está descompuesta, totalmente desorientada... mi cabeza apuntaba al sur cuando se trataba de vos... pero ya basta. Escribo esto con un dolor inmenso porque me doy cuenta que fracasé porque quizás no soy lo suficientemente bonita, madura o inteligente como para estar a tu altura... quisiera haber podido ser un poco más por vos y para vos, traté, pero no lo logré.
Se sentía muy bien, sabés? Me gustaba como sonaba mi risa cuando vos decías pavadas... me gustaba el calor que sentía en mi cara cuando te acercabas... pero ya no puedo, sentir todo esto ya me hace mal y no sé por qué. Mi cariño por vos no conocía el dolor, sólo conocía la esperanza de que algún día sientas como yo.
¡Las veces que habré soñado con besarte! Pero ahora me doy cuenta, son sólo sueños que hoy se convierten en frustaciones, que se convierten en otro deseo reprimido más... y tampoco sé por qué. Todo parecía tan perfecto cuando te tenía cerca... todos los planetas se alineaban para hacer sublimes esos momentos en los que te podía ver, era demasiado felíz para estar consciente.
No entiendo por qué dejé crecer todo esto adentro mío, no sé por qué lo convertí en un sueño tan hermoso para que hoy lo deje morir... ¿Por qué hice todo esto si sabía que me iba a terminar haciendo mal? Qué pelotuda y más que nada, ¡Qué ilusa que fui!
Pero así es... hoy decidí olvidarte. Seguramente de ahora en más, habrá días en los que te mire y me diga "Qué lindo hubiera sido si..." Pero sólo espero que la frecuencia de esos días disminuya con el tiempo, porque según dicen, no hay nada que el tiempo no cure... pero mierda, esto me está doliendo más de lo que pensaba... y tampoco sé por qué.
Esta es una decisión tomada con la cabeza... porque ya me siento muy perdida, porque ya no sé qué arma portar para hacerme un lugar en vos... pero mi corazón insiste en quererte y en pelear... y nunca entendió la palabra NO cuando se trataba de vos... estoy segura que con el paso del tiempo lo terminará entendiendo... pero desde ahora me imagino lo que le va a costar y lo que le va a doler desalinear los planetas cuando te sienta cerca... la verdad es que me da lástima mi corazón cuando mi cabeza le habla de vos.
Y así fue como un día de otoño te dejé nacer en mí y en este otoño te dejo morir... dejo que caigas como una hoja seca y que vueles lejos... ¿Ya que más puedo hacer por vos? Nada. La última demostración de todo el cariño que te tengo va a ser precisamente esta... dejarte ir.

lunes, 22 de junio de 2009

Época de Vals

ACTO I - Dolor reprimido

Son esos pequeños momentos de inspiración que me llegan luego de ver fotografías en las que me doy cuenta que supe ser una persona muy llena de vida, muy felíz. A veces me pongo a pensar dónde habrá quedado esa persona, en qué cajón la guardé, en qué percha la colgué… dónde habrá quedado mi risa estridente original de tanta felicidad. Hay ciertos vacíos en el alma muy difíciles de llenar, creo que a veces se torna una misión imposible llenarlos; intento completarme robándole sonrisas a otras personas, haciéndolos reír, pero, ¿Mi sonrisa dónde está?
Soy una recopilación de sueños frustrados, robados, de sentimientos ahogados, reprimidos y de dolores a los que logré ponerles pausa, pero que en una noche como hoy, en la que el clima te aísla de la sociedad, automáticamente se ponen Play para volver a través de imágenes a mi cabeza.
“No llores porque terminó, sonríe porque sucedió”- Qué frase tan cierta y tan sabia. Me gustaría poder ponerla en práctica, más bien es algo que necesitaría por el bien de mi salud emocional, pero lamentablemente soy masoquista… me gusta recordar esos momentos que alguna vez me hicieron bien, pero que esta noche me hacen mal.
Hoy es un otoño casi invierno para mi corazón que está casi tan muerto como las hojas en el suelo de la plaza. Por suerte en mi cabeza al compás de los recuerdos suena Tchaikovsky con el Vals de los copos de nieve de El Cascanueces, la música clásica regocija mi alma, eso me hace sentir bien. Un dos tres, un dos tres… son épocas de vals y de grandes vaivenes para mi vida.
Escuchar música clásica me hace acordar a mi más grande sueño frustrado… que a su vez fue mi más grande sueño logrado. Me hace acordar a la primera vez que pisé un salón de clases de danzas clásicas. Todas tan pequeñas con un rodete sobre la cabeza que estaba tan tenso que a veces dolía, zapatillas de media punta a estrenar, mallas blancas, relucientes… un sueño que tenía una gran seguridad y esperanza de que se cumpliría. Plié, tandú, rond de jambe, todo a tempo al compás del piano que sonaba desde un rincón y que a veces desprendía notas muy alegres, tan alegres que a pesar del dolor de los pasos que la profesora marcaba, te hacían sonreír.



ACTO II - La pregunta del millón

Tchaikovsky, El Cascanueces, Danza China.
El Cascanueces fue la primer obra en la que cumplí mi sueño de ser bailarina. Era casi pánico lo que sentía al saber que estaba por bailar al frente de seiscientas personas aproximadamente.
"La función dará comienzo en cinco minutos"- Eso vociferaban los parlantes del gran Teatro del Libertador.
A veces me sorprendían espiando a través del telón, buscando alguna cara conocida entre la multitud que de a poco se iba acomodando en sus asientos para esperar ansiosa a que la magia empiece.
¿Cómo explicar lo que la danza clásica fue en mi vida? Lo fue todo. Sigue siendo todo. Fue aquella ilusión en la que de chica dejé horas, semanas, meses, años... en la que puse mi devoción, en la que dejé lágrimas de felicidad y tristeza.
Bailar es dejarse llevar por el compás de la música a través del arte del cuerpo. Donde todo parece. En pequeños pasos una bailarina parece deslizarse, en grandes saltos una bailarina parece volar. Donde una pierna a ciento ochenta grados parece ser elevada sin esfuerzo, donde movimientos sutiles, delicados y suaves de los brazos parecen ser alas. Se dice por ahi que el ballet es el único deporte donde no está permitido demostrar dolor.
A veces cierro los ojos y recuerdo la sala espejada, las barras y el piano que a veces desprendía sus allegros tan felices y sus adagios tan sufridos. Recuerdo mis pies ampollados por las zapatillas de punta, el dolor en mi tobillo derecho y mi rodete casi desarmado por los grandes saltos. Esos eran indicios de que la clase había sido productiva y me ponía felíz. Era el único dolor al que estaba dispuesta a someterme de por vida, era un dolor casi sublime.
El teatro era un lugar donde yo me sentía como en casa, donde me sentía segura. Donde a través de mi cuerpo podía descargar todas mis preocupaciones y mis alegrías. Era pura felicidad lo que sentía cuando apoyaba mi mano izquierda sobre la barra, ponía mis pies en primera posición y con la frente en alto, empezaba con la rutina marcada. Lo que más me gustaba eran mis zapatillas de punta, aunque me causaban grandes dolores en los pies, me encantaba atarlas con esas cintas naturales y brillantes, me encantaba pisar la resina para no resbalarme, simplemente me hacían felíz, aunque ya todas gastadas y sucias por el uso, yo cada vez las portaba con más orgullo y felicidad, sabiendo que con cada día que pasaba, mi sueño se hacía realidad.
Toda mi ilusión parecía realidad hasta ese día... el día en el que un dolor tan profundo recorrió mi tobillo derecho y no pude estirar más el pie. Lo intentaba pero no lo lograba, era un dolor tan frío y paralizante que tuve que dejar la clase bastante enojada por no poder continuar con la lección de ese día en la que estábamos aprendiendo a hacer fouettés. Al día siguiente podría lograrlo y me fui convencida de ello.
No hubo día siguiente.
A los ocho años, en el colegio primario un día corriendo y saltando tropecé con unas baldosas. Tenía demasiado inflamado el tobillo y era preocupante, en Unquillo fui al pediatra que simplemente me miró el pie y me lo enyesó. Era un esguince. A los quince años al día siguiente de los fouettés fui a otro médico que me dijo que tenía una triple fractura de tobillo causada OTRA VEZ, por el esguince mal tratado, pidió las placas del supuesto esguince. Ese era el problema, el otro médico ni una placa me había sacado para apoyar su teoría del esguince.
¿Habrá sido un día de mucho trabajo para él? ¿Habrá querido llegar rápido a su casa para cenar con su familia?
Hasta el día de hoy me pregunto cuál habrá sido el apuro de aquel médico que se robó mi sueño.



ACTO III - Telón

A pesar de que mi sueño fue arrebatado de mis manos de la misma forma en la que se le quita un dulce a un niño, hoy puedo decir que soy felíz. Reconozco que existen los días de depresión en los que involuntariamente decido masoquizarme viendo videos de ballet en Youtube y algunas lágrimas caen sobre el teclado, sin embargo y a pesar de todo, me siento bien.
A veces pienso que la vida es una guerra diaria contra la vida misma. No es posible nacer sabiendo qué camino debemos tomar, o qué cosas y factores son los que deciden por nosotros a la hora de elegir qué es lo que queremos.
Un ser superior nos colocó sobre el escenario sin posibilidad de elegir; nuestro papel es actuar de la mejor forma que podamos los actos que nos corresponden. Existe la posibilidad de que nos abucheen por la mala interpretación, como también podemos recibir rosas por ella, todo siempre corre por cuenta de los espectadores. Tenemos nuestros fieles seguidores, aquellos que a pesar de la mala actuación, nos aplauden con esmero dándonos su apoyo para poder pasar al siguiente acto, como así también tenemos el público que sólo pasa a ver la obra, se queda un rato y se va.
Mis zapatillas de punta sucias y gastadas por mi esfuerzo, ahora reposan junto a mis mallas y los guantes de mi primera actuación en una caja de cartón dentro del armario de la pieza de los cachivaches. A veces las miro, las toco y recuerdo todos esos momentos vividos, mis primeras zapatillas de punta, mis ampollas, mi felicidad... hasta se podría decir que a veces siento que me gritan que desean volver a ser usadas, pero lamentablemente en ese momento recuerdo mi gran sueño roto, los ojos se me llenan de agua y las devuelvo a su caja de cartón junto con todos mis demás elementos que hacían magia sobre el escenario, las dejo dormir nuevamente para que sueñen con que alguna vez lograron bailar en Coppelia, Gisselle o La Sylphide.
Actualmente cuando voy al Teatro del Libertador a ver una función soy una simple espectadora de aquellas niñas que ingresaron con el mismo sueño con el que yo lo hice, pero me incluyo dentro del grupo de los fieles seguidores al aplaudir con fuerza y sin cesar cada vez que terminan sus actos.
"La danza es una poesía muda"- Se necesitan años para lograr comprender el significado de dicha frase, se necesita sacrificio y compromiso para hacerlo. Hoy desde abajo del escenario viendo a esas niñas en el lugar donde yo ayer cumplí mi sueño logro entenderlo.
Se ubican en fila deslizándose cuales princesas para posicionarse para el saludo final; sus rodetes tensos y caras de felicidad me lo dicen todo.
Levantan su brazo a quinta posición y hacen la elegante reverencia que seguramente estuvieron practicando durante tantos días y mis ojos ya comienzan a llenarse de lágrimas. Levantan su otro brazo de la misma forma y repiten la reverencia con una gran sonrisa en sus caritas, me recuerdo yo en ese momento y las lágrimas comienzan a caer.
Baja el telón, pero yo las sigo aplaudiendo con mis ojos mojados y recuerdo: "El ballet es el único deporte donde no está permitido demostrar dolor", entonces levanto mi frente y una sonrisa se forma en mis labios.